Monday, September 14, 2009

María Gabriela Abeal, siempre en la poesía.


Gabi: Esta tarde, al fin voy a tu encuentro, al encuentro de tu voz que a veces uno no se atreve a distinguir de otras voces, quizás por no ponerle atención a los gestos que cada palabra encierra. Tú sabes bien lo que te digo. Es que de tanto esconderte lo has logrado; pero si hubiese tenido un poco más de atención a cada verso, quizás te hubiese reconocido. Gracias por nuestra amistad, y por supuesto, no podía faltar Pedro Pablo Pérez Santiesteban; ese Concurso verdad que tiene alas amiga, y vuela alto. Teresa Coraspe.


TIERRA FRÁGIL

Regalame el argumento de las dudas,
el abrazo que jamás voy a rogarte,

un vocablo que maquille mi sonrisa,
el silencio cuando tomes a mis manos.
Regalame el moisés que hay en tu pecho,
unas horas mientras el mundo es vorágine,
unos globos que me eleven a tu cielo,
un anzuelo en cada extremo de tus brazos.
Regalame un te quiero verdadero,
el te amo que me deje sin palabras,
un te extraño cuando la distancia es condena,
tu presencia cuando ahoga la nostalgia.


A veces

Me veo a tu lado
arrepentida
con una bolsa llena de fracasos

varias botellas de amargura

un jardín de primaveras

y el alma ansiosa de milagros.

Te miro

como si fueras la manzana del pecado

me quito las corolas desteñidas

y sin esperar te abrazo.


Plegaria

Escribo tu nombre en el aire,
como si mis dedos fueran mariposas
y tus letras verano.
Intento hacerlo despacio
junto a un reloj de arena
para contar los guijarros
que atesoré de la playa
donde probé tus orillas.
Digo tu nombre en secreto,
que no lo escuchen las olas
tal vez confundan los verbos
y sientas sobre tu cuerpo
que yo no te extraño ahora.
Escribo constantemente
la plegaria de los locos,
la recito en las veredas,
en las calles solitarias
cuando la ausencia confunde
y tu recuerdo me mata.


Nosotras


Cuéntame lo qué piensas
aunque parezca extraño,
de las mañanas oscuras,
de las noches sin horario.
Un secreto atrevido,
yo llevo en mi cofre, varios,
podría darte la llave
si la escondes en tus manos.
Cuéntame lo qué ves
cuándo sales de tu cuarto,
los pasos al comedor,
si te miras al espejo
cada vez que vas al baño.
Si la muerte te visita
cuándo te acosa el cansancio,
si robaste algún suspiro,
si miras a las mujeres
a las curvas o a su encanto.
Cuéntame de las rejas
que observas a cada paso,
si crecen las nomeolvides
en los cercos que se forman
alrededor de los árboles.
Cuéntame si al llegar
cuelgas tu ropa en el acto,
si te quitas las medias,
si te gusta andar descalzo.
Cuéntamelo de a poquito,
explicativo o si quieres
dibujado,
me gustaría con fecha,
que no sea a largo plazo,
con tinta roja en el frente
en algún papel reciclado.
Cuéntamelo al oído
si lo quieres más cercano,
sistema braille en el cuerpo,
verborrágicamente
cuando estemos excitados.
Cuéntamelo de la forma
que más se ajuste a mi estado,
que las huellas sean visibles
y los verbos me fecunden
silenciando los reclamos.