Wednesday, February 24, 2010

EL SILENCIO ME AHOGA, ME QUITO LA SOGA DEL CUELLO ANTE OTRA MUERTE MÁS: LA DE ORLANDO ZAPATA TAMAYO.





Murió Orlando Zapata Tamayo.

Luis Felipe Rojas Febrero 24, 2010 at 2:21 am

Categorías: Uncategorized URL: http://wp.me/pJYjf-1F


Estamos de luto. El dolor por la pérdida del hermano holguinero sólo nos deja escribir esta nota. En ella queremos recordarles a todos que hay un único responsable en la muerte de él pero muchos cómplices. Muchos cómplices que en la prisión provincial de Holguín lo maltrataron salvajemente. Muchos cómplices que en la cárcel Kilo 8 de Camaguey lo tiraron desnudo en una celda de castigo porque él se oponía a vestir ropas de preso común y donde le negaron hasta los pequeños y únicos sorbos de agua que decidió tomar desde que inició la huelga de hambre el dia 3 de diciembre. Aquí se acabaron las palabras. Nos consume el dolor y la rabia. Con una sola orden del General Castro hace unas semanas atrás, Zapata hoy no estaría ascendiendo al firmamento de los héroes.


COMENTARIO:

Lo supe ayer por nuestro programa GLOBOVISIÓN, el más libre que tenemos aún. Me dió pena, dolor, que cosas así sigan sucediendo en un mundo llamado civilizado, ¿pero es que existe civilización en una tiranía?. Aquí en Venezuela hay un preso, digo uno porque es el que mayor dolor causa, de apellido Brito, pienso que morirá también como Tamayo. Lo cierto es que me niego a entender; que me niego a aceptar; que me niego a seguir viendo a nuestros países presos, sin libertad ciudadana; sin libertad individual para sentir, para amar, pensar, decidir y encausar nuestras vidas tal nuestro libre albedrío. Yo no voy a decir lo lamento, pero duele, duele muy profundamente en nuestro propio ser. Un abrazo. Teresa Coraspe.

Monday, February 22, 2010

UN ESPACIO PARA TODO, ESTE BLOG.





EL NACIONAL - Domingo 21 de Febrero de 2010
Siete Días/7

Siete DíasPolicías del espíritu
TULIO HERNÁNDEZ
mailto:hernandezmontenegro@cantv.net
E l mundo occidental cultivó por mucho tiempo, y en algunos medios lo sigue haciendo, la equivocada idea de que las personas que se dedican a los oficios artísticos y del pensamiento tienden a ser, por sensibles, además de buenas gentes, ciudadanos siempre ligados a las causas más nobles, las políticas más justas y los fines más altruistas. Menos mal que el siglo XX se encargó de poner las cosas en su lugar y ayudarnos a entender que los artistas y los intelectuales están sujetos a las mismas grandiosas o miserables pasiones que los demás seres humanos. Y que sólo una fe cuasi religiosa en el poder del arte hizo creer por mucho tiempo lo contrario. Uno de las primeras constataciones del error se encontró en el enamoramiento de Martin Heidegger, el gran filósofo alemán, por el fascismo y en especial por ese oscuro y neurótico sargento conocido como Adolfo Hitler. Heidegger, sin duda, era una de las mentes más lúcidas de su tiempo, no sólo suscribió todas y cada una de las monstruosidades que el nazismo trajo consigo, sino que, una vez terminada la Segunda Guerra Mundial, teniendo la oportunidad de retractarse no lo hizo y ratificó públicamente sus convicciones nazis. No hay duda de que grandes intelectuales ­ya por fanáticos de alguna idea, ya porque son fácilmente seducibles por el poder y el dinero­ pueden terminar sirviendo a los peores tiranos. Por ejemplo, Stalin hizo con Máximo Gorki, el autor de La madre , lo que le dio la ga na y lo que él mismo consintió que le hicieran. Se lo llevó a Moscú, le regaló un palacio modernista cerca del Kremlin, le asignó jugosos estipendios y lo conminó a escribir el catecismo del "realismo socialista" que establecía como la misión de los escritores de la URSS "dedicarse a crear obras de alto valor artístico imbuidas en el espíritu del socialismo". Al final quedó convertido en vulgar policía de los mismos artistas a los que decía representar, proteger y celebrar en su palacete. La lista de artistas malas personas en asuntos de política es grande y recientemente el periodista español Ignacio Vidal Folch, en un ensayo titulado "Genios del mal" (El País, Babelia , 06-02-10) se encargó de recordarnos algunos. A Schopenhauer, por ejemplo, que ofrecía allá por 1848 las ventanas de su casa a los soldados austríacos para que disparasen cómodamente contra "la canalla". A Neruda, quien, además de hacerle poemas a Stalin, escamotea en sus memorias la vinculación de su amigo Siqueiros con el asesinato de Trotski. A Paul Eluard que, para no perder el cobijo que se le daba en "todos los países socialista y todos los partidos comunistas del mundo" adonde era invitado a recitar sus poemas, se negó a apoyar a André Breton en su cruzada pública por impedir que se ejecutara la condena a muerte del poeta Závis Kalandar acusado por el Gobierno comunista de "traición al pueblo". Vienen al caso estas reflexiones porque la reciente apertura del Archivo Municipal de Pekín ­16 tomos que, aunque censurados, muestran los horrores que se vivieron en China durante los años de la Revolución Cultural­ ha suscitado en Europa una ola de reflexiones sobre la irresponsabilidad, y en buena medida ingenuidad, con la que lo más granado de la intelectualidad europea de los años 1960 y 1970, incluyendo a Michel Foucault, apoyó lo que a todas luces, lo sabemos hoy con certeza, fue uno de los más sectarios, criminales y crueles procesos de "depuración" ideológica que haya conocido la humanidad bajo la conducción de un líder, Mao Tse-tung, a quien, mientras más se le estudia y se le conoce, más abominable y repugnante resulta. En las mismas páginas de Babelia, el escritor Antonio Mu- ñoz Molina ("Larga vida al presidente Mao") lo resume muy bien: "Mientras lo más pijo del mundo universitario de Occidente se afiliaba a la moda pro China, en el mundo real millones de vidas eran arruinadas, se demolían tesoros del pasado y se quemaban bibliotecas y se torturaba y asesinaba a quienes no eran del agrado de los guardias rojos". Venezuela ha tenido lo suyo. Vallenilla Lanz fue escribidor de Juan Vicente Gómez. Camilo José Cela de Pérez Jiménez. Y en el presente muchos poetas, científicos sociales, pintores y cineastas con una obra respetable son capaces de firmar documentos en apoyo a la acción represiva de la Guardia Nacional. Es una tradición occidental.

Enviado por Silvio Orta. Ilustración tomada del Archivo de Teresa Coraspe.

Tuesday, February 16, 2010

ENTREVISTA DE CARLOS YUSTI PARA LA REVISTA FAUNA URBANA.




PALABRA DE ESCRITORA: TERESA CORASPE


¿Qué ha desamprendido como poeta?


Como poeta, más bien he aprendido de todo. ¿Desaprendido?, quizás la falsa moral de la que todos están enfermos.

¿Qué ha aprendido como ser humano que escribe poemas?
He tratado de seguir las normas de Kant: una autorregulación de la consciencia; y la poesía me ha llevado al pedestal de la contemplación, y a un extraño y profundo amor por la soledad, la lectura y la naturaleza.

¿Vale de algo la falsa humildad?

La falsa humildad es sólo una máscara que el humilde descubre fácilmente en la mirada. No vale nada, absolutamente nada.

Hay muchos que son excelentes, pero como personas son seres lamentables,¿Es ese su caso?
Vaya que no. Prefiero ser un ser humano honesto y con la ética como norma de mi vida. No, no es mi caso.

¿Un poeta es contestario por naturaleza o es sólo pose?

Soy por naturaleza rebelde, quizás contestatario y no es una pose, quien me conoce lo sabe y aparte, está en mi trabajo literario.

¿Cómo reconoce a los buenos poetas?

Por la forma cómo hacen vibrar los sentimientos; cómo nos llegan sus lecturas, cómo encienden nuestro sentir interno. Y por supuesto, conociendo su trayectoria de vivir para la poesía y con la poesía…aquí no hay cuentos.

¿Nombre cuatro poetas (hombres o mujeres) relevantes y el porqué?
Prefiero no responder esta pregunta así tan llana. Quizás la respuesta anterior esté vinculada con esta nueva interrogante. Lo cierto es que hay demasiados poetas (hombres o mujeres) que llenan mis expectativas y cuatro es un número muy limitado para los muchos poetas que han llenado mi vida de gozo espiritual.
-
¿Hizo bien Platón expulsando a los poetas de su ciudad ideal?

De repente no le fue fácil lidiar con personas tan irreverentes y desde su punto de vista quizás fue bueno para él: tanto que siempre se nos hace esa pregunta.

¿Sirven de algo los poetas?
Yo no sé si los poetas tienen que ver con alguna utilidad; en todo caso le dejo esa pregunta los dioses…

¿Ya escribió su gran libro, o sea sus Cuatro Cuartetos, su Cementerio Marino, su Canto General?

Cada ser humano aporte lo esencial a la vida, al mundo. Yo sigo construyendo mi espacio, mi lugar, mi trabajo y que sean otros quienes lo juzguen.

¿Hay mucho poeta tapa amarilla o es sólo una falsa apreciación?
Sí, lamentablemente, y no voy a caer en detalles. Soy exigente, sólo eso.

¿Cuál es la diferencia entre un poema erótico y un poema pornográfico?
Siendo sincera a veces se me confunden esas connotaciones; pero lo erótico es artístico y lo pornográfico: grosero y comercial.

¿Transcriba un poema erótico?
Elige el que quieras para la revista, ya que tienes muchos por ahí, te dejo esta encomienda…

¿Tiene futuro la poesía en un futuro frío y tecnológico?

La Poesía siempre tendrá futuro, y aunque parezca extraño la tecnología está a su servicio y no como se dice, que la tecnología destruye al libro a la lectura, al poema. No creo que realmente sea así. Hay con la tecnología una mayor difusión del quehacer literario; si no es cierto que hagan una encuesta sobre los blogs y las páginas literarias en la web y los múltiples intercambios culturales a través de la Internet.

El poema seleccionado por Yusti es:

EL JUEGO
( al brujo)

Entro a los cafés
miro la gente que se sienta a la mesa
enciendo un cigarrillo
observo al humo deslizarse
pido una copa más
Pienso que irás de la mano
con una chica de Pekín
por las calles de Ohio o Nueva York
Me envuelvo en el susurro de tu voz
cuando te masturbas en las madrugadas
esa manía que tienes de enloquecer
mis sentidos
y hacerme perder la razón
mientras me entrego a tu juego



Monday, February 15, 2010

COMO TODO TIENE QUE VER CON TODO...



Fragmento de un largo trabajo hecho por varios comentaristas, entre ellos, ricardo Bada, sobre la vida y obra de Herta Müller, Premio Nobel de Literatura. Como están los tiempos hoy día, nada es extraño, en ningún país del mundo, ni tampoco en los que se autodenominan demócratas. Siempre anda un dictador suelto, copiando las torturas a que son sometidos otros ciudadanos del mundo, en otros países que, según ellos, son "libres". Si la libertad es oprimir y acallar, entonces ¿ cómo se denomina la escuela del terror? TC.



Ovidio desterrado por Augusto a los confines del imperio romano, terminó sus días en la antigua Dacia, hoy Rumania; en la desolación del exilio se engendraron sus Tristes y sus Pónticas: “Si miro el lugar, es un país odioso y no puede haber en todo el mundo ningún otro más triste; si miro a sus hombres, apenas si son personas dignas de este nombre y son más fieros y crueles que los lobos. No temen las leyes, sino que la justicia cede su lugar a la fuerza y el derecho yace vencido bajo la combativa espada.” “Sabía que estaba viva porque me dolía. Y como aún estaba viva, llegó el odio.” Herta Müller hurga en el basurero de su infancia; desde su óptica de niña busca la razón del fracaso. Remontándose al pasado encuentra una evidencia: sus padres la concibieron entre las lápidas de un cementerio, el desamor es el origen de su frialdad, la cruel herencia. La hija no deseada le dice a la madre no querida: “¿Por qué me preguntas la hora? Porque es lo único de lo que se puede hablar contigo.” Herta bucea en las heladas aguas donde crece la flor de la creatividad: esa niña es “la criatura del diablo” que sale de una casa en la que no hay más que adultos. Lleva en las manos tantos juguetes como puede cargar, tiene envidia de ver que los otros niños juegan mejor que ella, pero tiene miedo de quedarse sola, para defenderse no tiene más remedio que morder y arañar, convertirse en una bestia que ahuyenta a los niños y echa a perder los juegos que tan impaciente había esperado. Está más abandonada que cualquier cosa en el mundo, es fea, quiere regalar todos sus juguetes, llegar a casa antes de que la culpa pierda su frescura. “Eres demasiado tonta para jugar”, le dice su madre. Esa niña que quiere morir pero no muere, que sueña con verse muerta es Herta. “Se refugia en su cuarto cuando le entran ganas de llorar. Cierra la puerta, baja las persianas y enciende la luz, se coloca frente al espejo del lavabo. El sol no puede entrar, allí la autocompasión crece tres veces más. Cuando la niña ya no sabe cómo acabar el día se va a su habitación con la tijera. Se coloca ante el espejo, se corta el pelo. Por qué lo has hecho: porque no me soporto. ” En efecto, por eso escribe, para matar y congelar a sus recuerdos. “La felicidad nos devora la vida, se evapora en una olla de remolachas.” Herta Müller hace hincapié en el elevado precio que hay que pagar por la libertad: torturas, acosos, arrestos domiciliarios… si el costo de París fue una misa, bien valen tres pasaportes, cinco revolcones con el cura y otros pocos más con el policía, por fortuna al alcalde le interesa más la gula que la lujuria, y además se trata de un pueblo donde la burocracia no está tan entrampada. El fascismo, dice Juan Gelman, comienza en la intimidad de las relaciones humanas. “El dictador dormita en el corazón, como en tus novelas”, dice Paul a Adina en La piel del zorro, desliz que revela la verdadera identidad de que quien se había ocultado con las máscaras de sus personajes es Herta Müller. Esa niña que juega a ser adulta y quien quería bajarse del tren de la vida a recoger amapolas, que quería ser una muerta hermosa y a quien los sauces le habían dicho que era el pantano más hermoso del mundo, esa niña que se resiste a dormir y juega con otro niño de su edad: "Yo lo riño porque está borracho, porque no trae dinero a casa, porque es un gandul y un inútil, un granuja y putañero, un cabrón. Así es el juego, me divierto y es fácil jugar. No quiero dormirme, el sueño es muerte… Mi corazón palpita de miedo en su alegría. miedo de no poder seguir alegrándome, miedo de que el miedo y la alegría sean la misma cosa".
Tomado de ESCUELA DE LETRAS...

Wednesday, February 10, 2010

Alejandro Cardozo e Isabel


POEMA DE ALEJANDRO CARDOZO UZCÁTEGUI, (Venezuela)

Haití


A Abdulaye Wade

Por Alejandro Cardozo Uzcátegui

Haití

Haití

Haití

(en marcha sin pompa)

Haití

su mar sin sal

un Cristo negro

un vudú

un pecado

un millón de pecados

de la Europa de nadie, ni de Francia, ni de ellos, ni mía ni tuya, ni de Dios

mala, mala, mala, mala llevaste esclavos a todas partes

terrones de azúcar en forma de esclavos

terrones de esclavos en forma de azúcar

dulce tristeza

dulce maldición

dulce Vudú

se quebró Haití como el azúcar
como el terrón de azúcar, látigo y muerte que fueron
-sangre dulce no sangre azul…bebimos sangre dulce en Haití-
no somos Francia llena de azúcar sangre lágrima muerte
nadie les dijo Haití Haití Haití Haití (marcha a tambor frenado, denso, pausado pero
estruendoso… léase que es en tambor mayor)

Haití quién te pidió

quién te reclamó a la tristeza

doné un millón de dólares porque soy
tenista, soy blanco soy campeón de fórmula 1,
soy actor porno y actriz soy cool me meto cien gramos de cocaína… hace 250 años me metería por la nariz cien gramos de azúcar de Haití

que son cien gramos de cocaína de hoy
soy cool mañana donaré un millón más
soy golfista soy transexual blanco
de Ámsterdam y mi Congo Belga y Leopoldo el demonio

que pena con Haití

Haití
Haití
Haití
(marcha en sol tambor sangre mayor densa de Haití)

quiero adoptar un haitianito
lindo
chévere
como si fuera actor
blanco
de Hollywood no-vudista
campeón de fútbol
-para colmo- del París Saint Germain
para esclavizarlo y ahora que arree con mi culpa color azúcar

Haití

Haití

Haití (léase marcha fúnebre con tambor)

Haití

vente pa cá que hoy te arrullarán en el medio
de la culpa por el azúcar derramado

Haití

Haití

Haití

(en dolor mayor sol negro color azúcar blanca francesa, tambor vudú-vudú-vudú)

Haití

Haití

Haití

creo no saber
dónde están tus dioses.

Thursday, February 04, 2010

TOMÁS ELOY MARTÍNEZ, UNA HUELLA PERDURABLE


Una dolorosa despedida de este conocido escritor que vivió muchos años en Venezuela; han escrito muchos de sus amigos, conocidos escritores latinoamericanos; seleccioné para este blog la que lleva el título de: La voluntad sobrehumana...quizás por entender que para un escritor, mientras la actividad mental, esté percibiendo el ruido de este mundo y las percepciones internas, habrá la suficiente fuerza para continuar hasta la última línea, como así fue para él. Hubiese querido reproducir todo el material escrito por sus amigos de vida y escritura, anécdotas hermosas y dolidas del tránsito de Eloy por esta tierra; no es posible para un blog que busca que alguien le de una mirada, aunque sea una sola para compartir la alegría o la tristeza. Yo le dejo una rosa sobre el desdibujado olor del recuerdo. tc.

------------------------------------------------LA VOLUNTAD SOBREHUMANA PARA ESCRIBIR HASTA EL ÚLTIMO SEGUNDO

Ya no tenía sonrisas. La parálisis muscular no le impedía todavía hablar, aunque es cierto que lo hacía lenta y apagadamente. El tumor cerebral con el que luchaba desde hacía tres años, atacaba su motricidad y le había ido anulando miembro a miembro, centímetro a centímetro, como en un perverso juego de compuertas que lo iba dejando sin salida. Primero le inutilizó un brazo, luego le entorpeció las piernas. Tomamos el té una tarde de enero. Nos acompañaban su hijo Gonzalo, un excelente fotógrafo, y Florencia, una de las nietas de Tomás Eloy, que nos sirvió amorosamente sándwiches y helados, agua y café. Tomás me había invitado hacía dos semanas, cuando me contó por teléfono que el deterioro ya era irreversible y también que, consciente de todo, estaba disponiendo dolorosamente las últimas cosas. "¿Qué necesitás, Tomás?", le pregunté al final de aquella conversación, puesto que nada se le puede decir a un hombre que va a morir y lo sabe. "Te necesito a vos", me respondió. En un llamado aparte, Gonzalo me ratificó que su padre ya no tenía chances y que se estaba despidiendo de sus amigos. También que quería reparar a último momento algunas diferencias que habíamos tenido en el fragor del parto de la revista adn Cultura , hacía dos años, cuando discutimos, más de una vez, por cuestiones periodísticas y metodológicas. Nuestro afecto, a pesar de esas broncas momentáneas, nunca se había alterado, y poco después ya nuestra vieja amistad había retomado las rutinas de siempre. Pero Tomás se empecinaba en cerrar por completo un capítulo que ya estaba cerrado y en darme, como toda la vida, sus consejos literarios. Lo conocí personalmente hace mucho tiempo, cuando acababa de terminar Santa Evita , pero era mi ídolo total en los 80, cuando leí su obra maestra: Lugar común la muerte , y también La Novela de Perón , que aparecía por entregas en el semanario político El Periodista . Siempre creí, y Tomás terminó aceptándolo, que La Novela de Perón y Santa Evita formaban una sola obra en dos actos. Ese libro monumental, que se publicará alguna vez, noveliza nada más y nada menos que la historia mítica del peronismo. Perón, Evita y López Rega (Lopecito) son en ese libro fundamental de la literatura moderna, personajes ficcionales inventados por Tomás Eloy Martínez. Y son, a la vez, acaso más verdaderos que las figuras auténticas puesto que suele haber más verdad en la ficción que en la realidad. Al llegar a su departamento de la avenida Pueyrredón lo abracé y le di un beso y me senté, simulando, con verborragias optimistas, que su postración no me impresionaba. Apenas podía utilizar su mano derecha, tenía que dictar sus columnas quincenales, y había un libro de tapas rojas abierto en un costado: estudiaba la cultura narco en América latina. No quería abandonar ese artículo que alternaba cada dos semanas en la sección Notas de LA NACION con su amigo Mario Vargas Llosa. No quería abandonarlo pese a la tremenda presión y fatiga y las dificultades motrices que lo acechaban. Hacía esfuerzos sobrehumanos para no incumplir. Dormía cuatro o cinco horas y "se arrastraba" hacia la computadora, los libros, los apuntes, la libreta. "Escribir es la única razón para seguir vivo", me dijo. "Pero siempre fue así, Tomás", le respondí, exagerando. Asintió brevemente. No podía sonreír, ni siquiera con los ojos. A lo largo del té, lanzó ironías e hizo chistes, pero sin abandonar esa tristeza profunda, abismal, esa sombra en el ceño, ese velo de oscuridad en la mirada. No era un problema muscular: estaba rodeado de muerte; lúcido en un cuerpo inmóvil. Circunspecto, lúgubre, atrapado en una cuenta regresiva que nadie podía detener. Una línea más Su hijo había tratado en vano de reconfortarlo con el más allá, pero, ni aún en esos durísimos trances, el autor de Purgatorio -un agnóstico consumado- había cedido al chantaje del cielo ni del infierno, como decía Borges. Era de una conmovedora valentía, y allí estaba con nosotros, tomando el té, sabiendo que le quedaban días de vida. Y que sólo le restaba pelearle a la muerte un día, una página, una línea más de aquella novela que seguía escribiendo contra esa bomba de tiempo. Tenía para mí un regalo muy especial, conmovedoramente envuelto sobre la mesa, y algunos comentarios proféticos y unas cariñosas recomendaciones sobre mis crónicas sabatinas y sobre mis novelas de amor. Y yo quise llevármelo de ese clima de postrero, y le pregunté por sus amigos remotos. Con Carlos Fuentes estaba en contacto permanente. Con Gabriel García Márquez últimamente no hablaba, pero sí con Mercedes, la mujer del premio Nobel, que lo llamaba de tanto en tanto. De Paul Auster se despidió en Estados Unidos, antes de regresar definitivamente a la Argentina. Auster le había enviado Invisible . "No es, como dice, su mejor novela, pero es muy buena -dictaminó-. Su mejor novela sigue siendo El Palacio de la Luna ". Le retruqué con La invención de la soledad y me quedé con la elección de ese título memorable. Hablamos de títulos: Tomás sabía perfectamente por qué La Casa pasó a llamarse Cien años de soledad , cómo la editorial desechó el título que Vargas Llosa traía y le impuso La ciudad y los perros . Tomás fue un gran estudioso del boom latinoamericano, se codeó con los grandes titanes literarios de la región y conocía los secretos de todas esas novelas. Le recordé que Santa Evita no se llamaba de esa manera mientras él estaba escribiéndola. "Es cierto -me dijo-. Pero olvidé qué título le había puesto". Yo no lo había olvidado: La Moribunda . Me miró como si repasara una y otra vez esa palabra. Supe en seguida lo que estaba pensando en aquella dolorosa tarde de enero. Luego charlamos un rato largo acerca de El Olimpo , una novela corta que escribía por encargo de una prestigiosa editorial inglesa. Me contó que la novela tendría tres niveles: el Olimpo de la mitología griega, el uso del Olimpo por los nazis y finalmente el centro clandestino del barrio de Vélez Sarsfield que abrió la última dictadura militar argentina. "Las historias se entrelazan hasta el final", susurró. Luchaba todos los días, en medio de su tempestad, para poner el punto final antes de morir. Los escritores no miden su futuro por la cantidad de viajes, mujeres, ratos o adquisiciones, sino por la cantidad de libros que no podrán escribir. "¿Qué vas a hacer después de El Olimpo ?", le pregunté con ingenuidad. Quería hacer un ensayo sobre todo lo que había aprendido alrededor del difícil arte de escribir. Y me narró, como tantas veces, el libro pendiente por dentro. Cómo tomaría de base varias clases que había dado en distintas universidades norteamericanas a lo largo de más de 30 años y cómo contaría allí que Borges era un periodista de alma aunque no lo sabía. El periodismo como arte "¿Será sobre el oficio de escribir novelas y cuentos, o sobre las crónicas?" pregunté. Me respondió con su clásica declaración de principios: "Para mí la literatura y el periodismo son exactamente lo mismo". Se refería, claro está, a los mecanismos narrativos de la non fiction , a la crónica como literatura mayor, al articulismo como rama de la literatura. Tomás había logrado, como muy pocos en este país, elevar al periodismo a la categoría de obra de arte. Me di cuenta, de repente, que por primera vez me estaba relatando un libro que no llegaría a escribir. El y yo sabíamos, aquella tarde última, que la lección del oficio quedaría huérfana, que aquel legado de Tomás Eloy Martínez tendría que ser escrito por otros. Que todo se trataba, esta vez, de ilusiones vanas. Nos abrazamos y nos dijimos, ya sin pudores, que nos queríamos. Nos prometimos, con hermosas mentiras, cosas para un futuro que no existía. Bajé luego con Gonzalo hasta la planta baja. El hijo me explicó que su padre no podría seguir escribiendo las columnas de los sábados y me relató minuciosamente cómo sería la secuencia ineludible del adiós. Me ratificó, ya en el umbral y sin adornos, que aquel encuentro doliente era una despedida. Hacía un calor tremendo en la calle, pero yo sentía frío. Me acordé, en la niebla del taxi, de una idea recurrente de Tomás Eloy: "Nos pasamos la vida buscando lo que ya hemos encontrando". El se pasó la vida buscando la gloria literaria sin darse cuenta de que ya la tenía. Esa búsqueda seguiría hasta el último minuto. Con el último aliento escribiría lo de siempre: una línea más. Una más.



Por Jorge Fernández Díaz Fuente: La Nación

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Tomado de: Gacemail TEA Imagen