Friday, August 24, 2007

Dilema, de Leonardo Rodríguez*

Enviado por el Profesor Silvio Orta. (Tomado de TAL CUAL)
Leonardo Rodríguez, joven ensayista y narrador cumanés.*

De pronto, de regreso de la panadería, me di cuenta que había una luna para volver locos a los perros. Sonaban a mí alrededor las cacerolas, los pitos, las alarmas. Llegaba aire fresco de El Ávila.Me provocó ponerme a ladrar, quedito, por lo bajo.Me provocó protestar. No sólo la protesta política frente a los desaires de un gobierno maquillado de víctima con buenas intenciones, pero orgulloso de la estupidez incluso cuando es maligna y desalmada. No era sólo eso. Era también el desasosiego ---o el goce--- de un día cualquiera de mayo. Era el desasosiego gozoso de acuarelas tan propio del trópico que no es sólo triste, incluso cuando es muy triste.Acababa de ver una película de Fellini, Amarcord.Comienza con la celebración de la primavera, una gran hoguera donde se quema a una vieja y termina con la celebración del invierno, con ventanas abiertas y paseos entre la nieve. Es cierto: ocurre en plena hegemonía fascista, pero la política de Il Duce, de la que se hacen ácidas sátiras, no estaba más presente que las estaciones en el paese italiano. La política está tan presente como los fantaseos y las torpes iniciaciones eróticas, la mesa, la convivencia puertas adentro y afuera. La pintura que Fellini hace de la influencia fascista es casi de historieta, con una influencia menor ---aunque con buenos destellos satíricos--- en la vida de los habitantes.Me pregunto si es una pintura débil de la Italia fascista.También si los venezolanos estamos olvidando, sumergidos en los excesos de la política, la luna que vuelve locos a los perros, el aire fresco de la montaña, nuestros desasosiegos ---y júbilos--- más básicos.En Amarcord existe un idiota que hace las cosas elementales que no hacen los dem&aacut! e;s. El tío idiota de la familia, un hombre de cuarenta y dos, se sube a un árbol en un paseo familiar. De pronto el hombre es el árbol.No permite que nadie se suba: sólo lo consigue, entre todos, una monja enana. Lo único que hace el hombre durante horas es gritar, un grito que sale del árbol, que parece tener corazón: "Io voglio una donna".Un gran dilema falso: elegir entre la conciencia sin luna ni perros, sin desasosiegos ni alegrías elementales, la conciencia limitada a lo humano, o montarnos a un árbol y gritar, olvidados del mundo que nos rodea. Se me ocurre que es un dilema propio de espíritus montunos y también políticos. Montunos y políticos no es una mala mezcla venezolana y, aunque no exista el equilibrio, bueno es quedarnos con los dos.Ese mestizaje original lo tienen muchos personajes de Fellini. Otro italiano, Leonardo Sciascia, pudo ser un cronista político siciliano, pero el pagano que había en él le pidió ficción. Es Sciascia el que llama así al Mediterráneo, con ironía política y poética: El mar color de vino.Vuelvo de la panadería, miro la luna para lunáticos y garabateo estas líneas con ganas de canturrear por lo bajo, contemporáneo de los grillos y de Il altro Duce.
Leonardo Rodríguez *

Saturday, August 18, 2007

Dos poemas de Marié Rojas Tamayo (Cuba)

Cuando recibí estos poemas, decía el correo: sé que esto te va a gustar y quitarte un poco lo triste; indudablemente tanta comunicación, ¡tantas cartas! y de repente supe y no supe más de Marié. El rostro de Sarah sonríe desde cualquier colección de disquetes; esas fotografías que Marié disfrutaba día a día enviándolas a los amigos; con esa particular sonrisa y felicidad en medio de una ruptura de sueños; matices que la vida iba tejiendo. A finales de Diciembre, 2005, en mi viaje a La Habana la llamé, estaba enferma, nada grave y no pude visitarla, no era conveniente; estuve en el Taller de Artes Gráficas, y conocí al padre de sus hijos, en forma muy breve por cierto; guardo las cartas ,fotos, conversaciones como se conservan esos instantes de vida donde los sueños se hacen presencia a cada instante: sonreir en medio de la adversidad. Marié, ese enlace siempre dispuesto cuando se perdía la comunicación con los amigos; y ahora estos poemas para compartirlos con los lectores, si es que acaso venga alguno por aquí.
Teresa Coraspe.


ATARDECER EN LA HABANA

Cae perezosa la tarde
Sobre los tejados sin brisa de mi vieja ciudad,
Sumando su ritmo
A los compases que emanan del músico ciego.
Nadie se detiene a escucharlo,
Mas su música nos persigue,
Rincón tras rincón,
Como la muerte
Que marcha a su lado.
El sol, en su despedida,
Jugando una última broma,
Nos transforma en oro.
Por un instante somos mágicos
Frutos de la huerta del rey Midas.

El instrumento reluce,
Se hace parte del convite,
El músico es oscuro
Cual la noche que se avecina,
Como el universo que divisan sus pupilas,
Como las oquedades más recónditas del alma.

Cae el sol,
En abrupto descender a los abismos,
Besa el mar.
Siento el hervor del agua,
El siseo imperceptible del contacto de dos mundos,
Más allá de cualquier geografía.
El músico no sabe que,
A partir de ahora,
La oscuridad es la misma para todos:
Para él se ha hecho la luz,
Cuando una nota clara
Se eleva desde sus labios,
Gruesos y agrietados como fracturas en el tiempo.
Ascendiendo,
Enroscándose cual reptil,
Totalitario e implacable,
En cada uno de nosotros,
Más allá de muros, tejados y balcones,
Poseyéndonos en su magia
Acompasada,/ Suave,/ Lenta,/ Inevitable...

LUCES Y SOMBRAS

La Habana, cuando anochece /Es bella como nunca./ La noche habanera es especialmente cálida,/ Sus calles se tornan silenciosas,/ vacías,/ Mas si nos acercamos al mar, /La brisa nos trae voces de leyenda,/ Gritos de náufragos,/ Cantos de sirenas. /La Habana de noche,/ Cuando hay luz /Es una fiesta./ Es mi París, mi Londres, mi Venecia. /Es las farolas mortecinas,/ Los portales vigilados, /Los pasos sigilosos del ladrón de besos,/ Los anuncios donde siempre faltan letras /Iluminando tantas tendederas./ Es la alegría de estar vivos, /De celebrar sin tener necesidad de más pretexto que La música/ que escapa de una ventana, /Ensordeciendo el acelerado paso de las horas./ La Habana de noche, /Cuando no hay luz,/ Depende de las fases de la Luna./ Es mi reino encantado, Mi Nunca Jamás, Mi Oz, mi Ofir, Mi Vía Láctea,/ Sinfonía de sonidos en misterio, Pálidas luces en el interior de las casas, Provenientes de quién sabe cuántas velas, /La búsqueda del sueño que se niega a visitarnos/ Mientras las horas parecen detenerse. La Habana,
al caer la noche,
Entre luces o en penumbra,
Es salir a los balcones,
Con esa taza de café que nos compensa del cansancio,
Huyendo del calor,
A contemplar caminos trazados por estrellas fugaces
Olvidando casi siempre,
Que debíamos haber formulado aquel deseo:
A¡Por favor, Dioses que rigen mi destino, No me aparten nunca de ella!

Marié Rojas Tamayo

Monday, August 13, 2007

¿No escuchas la tristeza...?

Oye, ¿no escuchas la tristeza que se desplaza
por este camino?
¿Es que acaso no oyes cómo el sauce
se estremece herido en el batir del viento?
¿No escuchas el lamento de la mar umbría
y el rojo sol ardiendo sobre el arcoiris?
Voy batiendo las alas
voy muriendo porque la tarde muere
voy tras la huella perdida entre las rocas
voy recostando la herida entre las aguas
voy borrando borrando
para perderme sin regreso.

De esta tarde 7.8.06, 5.00 p.m, Teresa Coraspe.

Es que suceden cosas en este país con la complicidad de otros países...

¿Cómo callarse uno?

Día a día
CULTURA PARA ARMAR
Ateneos, homenajes

FERNANDO RODRÍGUEZ

Nada hay de malo en que uno lleve un maletín de mano en un viaje aéreo, lo que sí es curioso --y seguramente macabro-- es que uno lleve casi un millón de dólares en éste, viaje con funcionarios gubernamentales, etc., etc. No hay nada de pecaminoso tampoco en que el Estado supervise aquellas entidades privadas que subvenciona, es decir conozca y apruebe sus proyectos y exija resultados tangibles de su inversión. Por ejemplo, los ateneos. Cosa que de alguna forma se ha hecho toda la vida, con mejor o peor tino en las diversas administraciones en las muchas décadas que éstos tienen. Lo que sucede es, como en el caso del famoso maletín, que en manos arteras e ineptas, esa natural operación se puede convertir en una manipulación flagrante.Es el caso: yo le doy a otro para que haga lo que yo quiero que haga, para que sea yo y no él. Así lo ha dicho el Farruco: para que se adapten a las políticas del Estado. Si esa política consistiese en que los otros sean, en los marcos de la ley y la moral, ellos mismos; valga decir, una política de libertad y diversidad no habría mayor problema; "pase usted señor y perdone la requisa, la puerta 14 es a la derecha y al fondo". Pero ya este gobierno ha dado suficientes muestras de dos cosas: que no tiene otra política cultural que lo que llama democratizar y que en su caso significa descoyuntar las instituciones, desconocer el mérito, volver basura populista cuanto toca, cantar loas al caudillo castrense y a la destrucción maníaca del país, imponer disciplina cuartelaria en lo que debía ser el más amplio reino de la libertad y, en segundo lugar y condición necesaria de lo anterior, centralizar todo lo centralizable porque el monarca es uno y uno de debe ser todo discurso. Es decir que en el sencillo acto aduanero hay un paquete bochornoso, pedeveco, bonaerense.Farruco descubre sagazmente --en ese homenaje a la cursilería que es el suplemento oficialista Todos adentro, inigualable muestra del amor por la diversidad de los actuales gerentes culturales-- que el presidente de la Federación de Ateneos al decir que el Teatro Teresa Carreño se ha convertido "en un escenario proselitista" --verdad como un templo, a la vista de todos-- "ya enseña su plumaje y confiesa casi explícitamente su posición política de oposición". El que muestra su plumaje tasconiano o golingeriano es el ministro que cree haber salido del contendor al señalar su pecado imperdonable y nos da una muestra de la catadura del diálogo que quiere emprender. En realidad el tal rechazo del elitismo en nombre de la democratización no es sino la entronización de la anticultura y el totalitarismo, de cuyos efectos ya sabemos bastante. Para empezar y terminar creo que a los primeros que deberían culturizar es al alto gobierno; desde el amo y señor para que no diga tanta sonsera al menos en los escenarios fuera de casa.
IIYo soy bastante lego en cuestiones musicales, entre otras muchas. Por lo tanto me limito a imaginar, dada la diversidad y sonoridad de lo aplausos, que los méritos que se atribuyen al director Gustavo Dudamel deben tener mucho de cierto.Y es cuestión de contentarse en el país de las fanfarrias militares y los galerones picarescos. Pero la verdad es que eso de la Asamblea, ociosa ella, de hacerle un homenaje en que se piden hasta cátedras con su nombre, además de publicaciones oficiales, placas, llamado nacional a difundir su vida y obra me parece un exceso dada la juventud del músico. Cuestión de comedimiento. Si a Jesús Soto no le hizo nada parecido en el otoño de su vida, por dar un ejemplo, valdría la pena guardar un poco las formas en este ámbito.Pero sobre todo porque esta asamblea monocolor, única en el planeta, no está para homenajear a nadie y cuidado si es una raya el que le ponen al estelar músico.Y cuidado con el Dr. Abreu que no hace nada que no tenga trasfondo y muñequería.No vaya a terminar Dudamel dirigiendo el coro asambleístico en algún sinfónico aquelarre al que se sabe, El.
© 2007. Editorial la Mosca Analfabeta C.A. Todos Los Derechos Reservados

Tuesday, August 07, 2007

Dos poemas de Roberto Bianchi (Uruguay)


Sí. Justamente estaba leyendo sobre el budismo donde dice: "el instante es de brevedad inconcebible. Una existencia individual es la acumulación de estos brevísimos instantes que fluyen desde el pasado hasta el futuro a través del presente. La eternidad es una secuencia ininterrumpida de momentos y cada momento representa la condensación de toda la existencia, por eso, cada instante es de suprema importancia para nuestra existencia en el mundo". No creas, Roberto, que esto que te escribo es sólo porque estaba leyendo sobre budismo. Tus poemas, los percibí como mensajes de otro tiempo, un tiempo desde las fuentes del principio, y sí, pensaba copiar esas palabras en mi agenda personal, pero llegaron tus poemas y supe que eran para ti. Así de simple, como la vida que uno trata de complicarla tanto. Es decir, esos poemas tienen un aire de eternidad.


PRINCIPIO DE INOCENCIA

yo no robaba en la pradera
atrapaba para todos nosotros

a mi lado
los compañeros
rugían de contento
cuando hallábamos el fuego
y asumíamos la tentación de devorarlo
consumido en la carne quemada

yo no robaba en la selva
los frutos arracimaban en las ramas
y saltábamos felices
buscando los mejores
para llevarlos a la caverna

allí entre las llamas
veíamos caminar otra vez los animales
soñados en la piedra

yo no robaba en la colina
los fuertes y los débiles
corríamos la suerte de la vida
sin premeditación
sin alevosía
y cuando triturábamos el cráneo del vencido
engullíamos su esencia
para que siguiera vivo dentro nuestro

yo no robaba lo que era de todos
ignoraba que la boca miente
y que los ojos pueden ver lo que está lejos

yo solamente golpeaba la piedra
para construir uñas mayores
con que abrir el vientre de la caza
y poder extraerle las víceras tiernas
para dar de comer a los niños

la hembra pedía mi fuego
y conmovía mis entrañas
la hembra me enseñaba
cómo se guardan los restos
cómo se conserva el fuego
cómo se preparan las pieles de envolvernos
para aguantar el frío

Yo no podía saber que me buscaron
siglos después como cosa extinguida
y que despreciarían mi silencio

Yo no podía saber que construirían
la muerte solapada y cruel
que propagarían miedos y tristezas
que envolverían de mentiras la enorme sociedad
que luego de saciar su hambre
continuarían atrapando todo
apoderándose de valles y montañas
de mares y de cielos
hasta convertir en ladrón
al que caza o recoge en cualquier sitio
sólo lo que necesita para ser

Roberto Bianchi
Brasilia, 22 de Agosto de 2006





EL ABRAZO

estábamos allí

nos abrazamos cuando llegó la nube
cuando tembló la piel de la llanura
cuando la piedra arrebató la risa

estábamos allí

nos abrazamos cuando llovió fuego
cuando ardió la montaña
cuando el viento arrancó las raíces

estábamos allí

nos abrazamos cada vez más fuerte
cuando supimos por los ojos
que no volveríamos a la caverna

estábamos allí

nos abrazamos al saber que el día
se haría noche sin nosotros
sin que la luna nos tiñera las caras

nos abrazamos
y la tierra se abrió como una boca
devoró nuestras piernas
nuestro llanto
tus uñas en mi espalda
la enormidad del miedo

nos abrazamos
sin pensar que andan en sus reinos
los libres elementos
que volvería la calma sin delirios
que llegarían luego otros azules
que se revelaría en sus silencios
el hondo cielo que nos negara el habla

nos abrazamos
sin saber lo que sobrevendría
que los bosques nos crecerían en los huesos
que los troncos cabalgarían otros ríos

todo sobre nuestro abrazo
años y siglos y destinos regados en la tierra
manos crujiendo en los oficios más desconocidos
mares que se secaron cubriéndonos de sal

todo sobre nuestro abrazo
aquellos enormes cataclismos
no han podido cambiarnos
estamos allí todavía
y estaremos mañana

cubiertos de impávida ceniza