POEMAS: EL TRÉBOL AZUL
¿hay algo en qué creer?
un caracol escucha ingrávido
lo que dice la tierra
busca
la humedad grácil de la hierba
sabe el trébol azul
roza los frutos con su cuerpo
sinuoso
nos vestimos de negro
el circo estalla su función nocturna
hay algo en qué creer
todas las bicicletas cargan locos a cuestas
hablan dos personas en un ómnibus lleno
me pregunto por qué nadie
sabe el trébol azul
carga los frutos mientras oye la tierra
emblema
si decimos cosas del destino
casi insolado salgo para todos
la mucha niebla elástica nos mira
- dime viejo que no tengo tiempo
se muere un mundo en la barba de la risa
cáucase el frío
sintetiza el círculo
sus vecinos los clavos donde penden
uno tras otro los trofeos todos
de haber ganado las inmediateces
las que arrancan colores al recuerdo
y me dan de beber
-apenas insepulto-
infinitos atisbos de conciencia
- dime viejo que no tengo ganas
de permanecer a bordo en tu chaqueta
las estrellas están sujetas por sus arbóreos brazos
cinco pirámides que dibujaba en la pared
cinco en una hoja
dentro de un libro cinco
oculto en el silencio
una bandera que escapó a los ojos
¿en manos del señor?
fue al ponernos en saco roto
en el espiral de la serpiente
como rito inicial
sabernos absolutamente solos
entre pretendidos dioses tan cansados
y un rector ausente
ocuparnos de tomar el lugar
poseer las palomas y los gritos
primero que los otros
atados a la noche
por eso tantos ciegos
palpando descreídos
la cumbre y el pantano
La nueva intensidad
Los jazmines abrieron todos sus ojos
las lágrimas rojas han encanecido
tornadas rosa antiguo
Regaron en el suelo
y arremolinaron con el viento
montículos tostados
Apoderados de las paredes
crecieron en los huecos
en baldosas intransitadas
envolvieron otros troncos
otros balcones de cemento sordo
La noticia se levanta
con un aroma dulce y melancólico
pero intenso y mordaz
No se les puede ignorar
cuando crecen en las manos
resúmenes y altillos
la única forma
es saltarme el arco
y la literatura
decirle no a los semanarios
alimentar modismos
intercambiar remedios con los héroes
que fulguraron en mi poca historia
aquella de resúmenes y altillos
la de la higuera sentada en una ventanita
en una pesadumbre de gallinas
que nunca supieron bien sus nombres
la única forma
es el silencio
irrumpiendo la espina
y en la calle
depositar el viejo testimonio
de un tiempo ya curado de laureles
que no supo elegir sus cicatrices
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