Escritores tránsfugas
Carlos Yusti
“Todos sabemos que la escritura proviene de un hombre o de una mujer sentada sola en un cuarto, con el teléfono descolgado, una taza de café y -en los viejos tiempos- un cigarrillo”.
Doris Lessing
Con otros escritores amigos se intentó la creación de una Red de Escritores. Nos reuníamos tratando de crear algunos parámetros de seguridad social para el escritor, por lo general un pelabola a tiempo completo.
Era una red plural en la que había de todo: el poeta que jamás ha escrito, pero que es un militante de cualquier causa perdida, el ultroso esclarecido que escribe poemas militantes en el peor estilo del Chino Valera Mora, el bohemio todomedaigual de siempre, también estaban los disfraces de escritor como Luis Alberto Crespo, los que tenían una obra bien fundamentada y estábamos los otros, los escépticos aguafiestas de siempre que escribíamos a pesar del Estado promotor de la cultural y todos los farsantes culturologos que han parasitado en el poder político. Poco a poco los dogmáticos nostálgicos por la redención de los pueblos, que nunca faltan, querían etiquetar la red como socialista. Las discrepancias se hicieron sentir incluso por parte de los bohemios más conspicuos, no les parecía ni ética y mucho menos etílica semejante propuesta.
La política es el estadio donde la imaginación cesa para dar paso a la lírica de los números y los porcentajes. La política tiene un sentido práctico. Busca resultados. La poesía, y el arte en general, por el contrario se aferran a lo intangible y más que logros a ras de la piel diaria de los días busca arar en ese mar del espíritu. Por supuesto que los comisarios del partido consideran todo esto superchería, idioteces amariconadas y lo que reclama el máximo líder son adláteres obsecuentes (focas sumisas se dice en el argot) que aplaudan sus babosadas biográficas (y su pésimo gusto musical) en cadena nacional.
Uno se esclaviza con las palabras para mantener las manos ocupadas en menesteres menos vacuos que aplaudir. Escribir es pasar en limpio el mundo desde la imaginación y la memoria, desde la metáfora creativa y el humor. Se escribe para desechar los lugares comunes, las consignas y los manuales, pasando por los marxistas hasta aquellos utilizados para aprender a conducir. Escribir tiene que ver más con el paracaidismo que con el compromiso.
George Perec en una reunión de intelectuales, en la que debatían sesudas cuestiones sobre la literatura, levantó con timidez la mano para contar una experiencia personal: “…Quisiera hablar de un salto que di. Al principio parece que no hay ninguna relación entre un salto en paracaídas y una discusión entre intelectuales. Y, efectivamente, no la hay. Sencillamente, si consigo transmitirles mis sensaciones en este momento…, los recuerdos de un salto en paracaídas que hice hace tiempo…, me parece que todos veremos que hay ciertos puntos comunes, aunque por ahora no puedo definirlos, pero creo que se van a definir de alguna manera. Así que comienzo. Estamos en un campo de aviación. Hay unos cuantos paracaidistas. Sólo que no deberíamos entender lo de paracaidista en el sentido que se le da hoy; pensemos solamente que entre todos esos paracaidistas hay un paracaidista que soy yo, George Perec [risitas incómodas], es decir, alguien que tiene cierta buena voluntad, gusto por la vida y algunas dificultades que es capaz de resolver o piensa resolver exactamente en la medida en que consiga franquear todas las etapas que se requieren para saltar. Hay varios aviones dando vueltas por la pista que hacen un ruido enorme. La espera se hace tremendamente larga. Todos experimentamos una especie de decepción debido a que, mientras esperamos, muchísima gente está pasando antes que nosotros –es decir hay muchísima gente que se está arriesgando antes que nosotros- y no podemos probar que también damos la talla. Nosotros sencillamente esperamos, fumamos un cigarrillo, vamos a mear, (…) y después, en un momento determinado, dan una orden: a los aparatos”.
Escribir y vivir son espectaculares saltos al vacío. De asumir riesgos es de lo que se trata y desechar las comodidades. Si algunos escritores se conforman con firmar cartas de apoyo al máximo líder o manifiestos (en pro de la liberación de los pueblos del yugo imperialista) desacreditan los riesgos que la escritura creativa implica. Si muchos escritores quieren ser sólo un adorno del poder, en una circunstancia histórica dada, le hacen un flaco favor a la literatura y se convierten en tránsfugas del riesgo creativo. Si el escritor prefiere la tierra firme y quedarse meando (o aplaudiendo) tranquilo es válido, pero que ceda su turno para que otros hagan el salto más increíble de sus vidas y no exaspere tanto con consignas percudidas y sus golpes de pecho por la redención de los desposeídos.
Carlos Yusti
“Todos sabemos que la escritura proviene de un hombre o de una mujer sentada sola en un cuarto, con el teléfono descolgado, una taza de café y -en los viejos tiempos- un cigarrillo”.
Doris Lessing
Con otros escritores amigos se intentó la creación de una Red de Escritores. Nos reuníamos tratando de crear algunos parámetros de seguridad social para el escritor, por lo general un pelabola a tiempo completo.
Era una red plural en la que había de todo: el poeta que jamás ha escrito, pero que es un militante de cualquier causa perdida, el ultroso esclarecido que escribe poemas militantes en el peor estilo del Chino Valera Mora, el bohemio todomedaigual de siempre, también estaban los disfraces de escritor como Luis Alberto Crespo, los que tenían una obra bien fundamentada y estábamos los otros, los escépticos aguafiestas de siempre que escribíamos a pesar del Estado promotor de la cultural y todos los farsantes culturologos que han parasitado en el poder político. Poco a poco los dogmáticos nostálgicos por la redención de los pueblos, que nunca faltan, querían etiquetar la red como socialista. Las discrepancias se hicieron sentir incluso por parte de los bohemios más conspicuos, no les parecía ni ética y mucho menos etílica semejante propuesta.
La política es el estadio donde la imaginación cesa para dar paso a la lírica de los números y los porcentajes. La política tiene un sentido práctico. Busca resultados. La poesía, y el arte en general, por el contrario se aferran a lo intangible y más que logros a ras de la piel diaria de los días busca arar en ese mar del espíritu. Por supuesto que los comisarios del partido consideran todo esto superchería, idioteces amariconadas y lo que reclama el máximo líder son adláteres obsecuentes (focas sumisas se dice en el argot) que aplaudan sus babosadas biográficas (y su pésimo gusto musical) en cadena nacional.
Uno se esclaviza con las palabras para mantener las manos ocupadas en menesteres menos vacuos que aplaudir. Escribir es pasar en limpio el mundo desde la imaginación y la memoria, desde la metáfora creativa y el humor. Se escribe para desechar los lugares comunes, las consignas y los manuales, pasando por los marxistas hasta aquellos utilizados para aprender a conducir. Escribir tiene que ver más con el paracaidismo que con el compromiso.
George Perec en una reunión de intelectuales, en la que debatían sesudas cuestiones sobre la literatura, levantó con timidez la mano para contar una experiencia personal: “…Quisiera hablar de un salto que di. Al principio parece que no hay ninguna relación entre un salto en paracaídas y una discusión entre intelectuales. Y, efectivamente, no la hay. Sencillamente, si consigo transmitirles mis sensaciones en este momento…, los recuerdos de un salto en paracaídas que hice hace tiempo…, me parece que todos veremos que hay ciertos puntos comunes, aunque por ahora no puedo definirlos, pero creo que se van a definir de alguna manera. Así que comienzo. Estamos en un campo de aviación. Hay unos cuantos paracaidistas. Sólo que no deberíamos entender lo de paracaidista en el sentido que se le da hoy; pensemos solamente que entre todos esos paracaidistas hay un paracaidista que soy yo, George Perec [risitas incómodas], es decir, alguien que tiene cierta buena voluntad, gusto por la vida y algunas dificultades que es capaz de resolver o piensa resolver exactamente en la medida en que consiga franquear todas las etapas que se requieren para saltar. Hay varios aviones dando vueltas por la pista que hacen un ruido enorme. La espera se hace tremendamente larga. Todos experimentamos una especie de decepción debido a que, mientras esperamos, muchísima gente está pasando antes que nosotros –es decir hay muchísima gente que se está arriesgando antes que nosotros- y no podemos probar que también damos la talla. Nosotros sencillamente esperamos, fumamos un cigarrillo, vamos a mear, (…) y después, en un momento determinado, dan una orden: a los aparatos”.
Escribir y vivir son espectaculares saltos al vacío. De asumir riesgos es de lo que se trata y desechar las comodidades. Si algunos escritores se conforman con firmar cartas de apoyo al máximo líder o manifiestos (en pro de la liberación de los pueblos del yugo imperialista) desacreditan los riesgos que la escritura creativa implica. Si muchos escritores quieren ser sólo un adorno del poder, en una circunstancia histórica dada, le hacen un flaco favor a la literatura y se convierten en tránsfugas del riesgo creativo. Si el escritor prefiere la tierra firme y quedarse meando (o aplaudiendo) tranquilo es válido, pero que ceda su turno para que otros hagan el salto más increíble de sus vidas y no exaspere tanto con consignas percudidas y sus golpes de pecho por la redención de los desposeídos.
NOTA: Puedes leer sus ensayos en la web: www.arteliteral.com
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