Las casas nos habitan, ya lo dije, ellas están por dentro; pero hay otras casas que reciben nuestro cuerpo, ansias y aspiraciones: son las casas de los sueños; la casa que día a día nos sigue con la mirada, atenta a nuestros pasos, esos pasos que día a día vamos recogiendo, guardando , empaquetando y subiéndolos a nuestras espaldas porque se cansan y lastiman; se cansan de esperar otros caminos y senderos. Se cansan de posarse debajo de las puertas esperando las encomiendas; el cartero con sus cartas y los libros que ahora casi nunca llegan con el olor a libro y papel. Esta es la casa que quiero, la que habito ahora, las otras se fueron desdibujando entre los recuerdos; los recuerdos amarillos por el tiempo, amarillos como las hojas de otoño, siempre amarillos color arena, amarillos color tristeza, amarillos color de lo eterno.
teresa.
Cd. Bolívar, 30 de abril, 2010.
Sesenta segundos para recorrerla. GABRIELA ABEAL,( Argentina)
La casa negra.
Casa de martirios, muebles de tristeza, paredes de angustia, parques de tiniebla.
Los muertos se agitan, odian los placares, a gritos reclaman cantar sus defensas.
Lagos de serpientes.
Mares de desdicha.
Ríos sin memoria.
Cuencos con tormenta.
Lleven sus historias a la casa oscura, el aire está espeso de viejas promesas.
Las habitaciones sufren de nostalgia, los grifos destilan las fétidas penas.
La casa está triste, no busquen colores, nutre sus cimientos con la sangre fresca.
No existen ventanas, rechinan las puertas. Arterias raídas son las viejas rejas.
Relojes de incienso. Las camas son tumbas.
Sesenta segundos consumen tus fuerzas.
Sesenta segundos para recorrerla.
Sin salida
¿Quién sopló las velas? Cambió los cerrojos.
Los gritos perturban la sangre en las venas.
Dónde es la salida, quién nos acompaña.
¿La casa está viva? Acecha siniestra.
¡Busquen en cajones, cerillos y lámparas!
¡No tengan temor, que crece su fuerza!
Rasguñen paredes, no olviden los sueños.
Soplen las cenizas, quítense las vendas.
Sesenta segundos para recorrerla.
Hacia la luz
Si la casa puede, comerá sus almas.
No le den la espalda. No quieran correrla.
Abran bien los ojos, caminen con calma.
La casa no entiende de verdes praderas.
No jueguen al mago. Conoce de trucos.
Utilicen verbos. Canten con presteza.
El aire está sucio. Respiren con ganas.
Sean alquimistas. Sabios sin fronteras.
Si la casa intuye que pueden ganarle.
Correrá su odio. Lanzará condenas.
Hay que ser astuto. Buscar sus raíces.
Córtalas de cuajo, sembrarles poemas.
Sesenta segundos.
Cambian la historia
No olviden si salen.
Que el tiempo es un círculo.
Reencarnan los muertos.
La casa no existe.
Los miedos regresan.
Gabriela Abeal
La casa negra.
Casa de martirios, muebles de tristeza, paredes de angustia, parques de tiniebla.
Los muertos se agitan, odian los placares, a gritos reclaman cantar sus defensas.
Lagos de serpientes.
Mares de desdicha.
Ríos sin memoria.
Cuencos con tormenta.
Lleven sus historias a la casa oscura, el aire está espeso de viejas promesas.
Las habitaciones sufren de nostalgia, los grifos destilan las fétidas penas.
La casa está triste, no busquen colores, nutre sus cimientos con la sangre fresca.
No existen ventanas, rechinan las puertas. Arterias raídas son las viejas rejas.
Relojes de incienso. Las camas son tumbas.
Sesenta segundos consumen tus fuerzas.
Sesenta segundos para recorrerla.
Sin salida
¿Quién sopló las velas? Cambió los cerrojos.
Los gritos perturban la sangre en las venas.
Dónde es la salida, quién nos acompaña.
¿La casa está viva? Acecha siniestra.
¡Busquen en cajones, cerillos y lámparas!
¡No tengan temor, que crece su fuerza!
Rasguñen paredes, no olviden los sueños.
Soplen las cenizas, quítense las vendas.
Sesenta segundos para recorrerla.
Hacia la luz
Si la casa puede, comerá sus almas.
No le den la espalda. No quieran correrla.
Abran bien los ojos, caminen con calma.
La casa no entiende de verdes praderas.
No jueguen al mago. Conoce de trucos.
Utilicen verbos. Canten con presteza.
El aire está sucio. Respiren con ganas.
Sean alquimistas. Sabios sin fronteras.
Si la casa intuye que pueden ganarle.
Correrá su odio. Lanzará condenas.
Hay que ser astuto. Buscar sus raíces.
Córtalas de cuajo, sembrarles poemas.
Sesenta segundos.
Cambian la historia
No olviden si salen.
Que el tiempo es un círculo.
Reencarnan los muertos.
La casa no existe.
Los miedos regresan.
Gabriela Abeal
3 comments:
Las casas nos habitan o nosotros las habitamos, qué es verdad o ilusión.
Elegimos nuestras paredes, y creamos dentro de ellas nuestro reflejo…
La casa nos habla, nos resguarda, y a veces se convierte en un infierno.
Pero como decís vos Teresa, tu casa es en la que quieres estar, yo también elegí la mía, es mi templo, mi cueva, mi mejor sitio donde pasar todas las emociones de la vida. Desde la cual abro la ventana y me comunico con el mundo, o mejor dicho conozco a sus habitantes, como te conozco a vos, a tu tierra, y por qué no tu casa…
Gracias siempre por el espacio, no iba con intención de que lo publiques… siempre que te leo alguna musa despiertas…
Abrazos, Gabriela.
Voy a pecar de inmodestia, pero me da alegría que muchos amigos escriban a partir de algún poema que les hago llegar, es mi mejor regalo, más importante que el Nobel para mi, Gabriela. Por cierto, acabo de recibir un poema hermoso de otro país y donde el epígrafe es un verso que escribí hace poco.
Siempre es bueno el intercambio, Gabi, amo la amistad y el intercambio. Te saludo. Tere.
Es que Teresa es inspiradora de Musas, mi querida Gaby, y gracias por permitirnos transitar por tus casas, bebiendo sus secretos...
un abrazo,
ppps
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