CORRESPONDENCIAS A TERESA.
Querida Teresa:
Hay días en que vale más una puñalada que un beso.
Digo esto, porque el color rojo que nos precede se
torna amargo. Pero no es allí donde quiero llegar yo:
quisiera trascender la nada negativa, pasar a un espacio,
donde la existencia no dude los derechos de vivir. El
problema de la existencia se ha planteado como una
imposibilidad: en Sartre como angustia; en Ciorán,
como un desasimiento en el derrumbe, como lo hace él,
de los conceptos culturales establecidos, en la totalidad,
un deseo propio de morir. No encontrar el soporte, el
aferramiento, conducen al suicidio.
Supongamos una razón que nos condujera
al misterio para convivirlo y darse cuenta de su limitación,
al no poder develarlo y vivirlo como se viven las cosas simples.
Pero es evidente que la razón no ha llenado esta necesidad;
de ahí devienen los estados parciales de la locura como la
demencia, que según Guillent y otros, no es más que mera
confúsión del Yo: consiste en el desacuerdo del Yo con la
naturaleza propia del cuerpo.
Pero, querida Teresa, el poeta tan acostumbrado
a la sinestecia de los elementos en la palabra, llega a participar
de una realidad que nos recorre, que seduce, interiorizando un
significado, no de la razón, sino de la intimidad, del símbolo
con un significado distinto para cada persona. Es así como
Heidegger plantea en la poesía, la fundación del Ser.
Teresa, en mi experiencia, considero que estamos
viviendo la segunda parte del antiguo vencimiento, y esperamos
que las artes puedan devolvernos el derecho en esta corta vida.
Te quiere con cariño, Alejandro, 25.3.84
El sentimiento de soledad...
no es una ¡lusión, sino la
expresión de un hecho real:
somos, de verdad distintos.
Y, de verdad, estamos solos.
(Octavio Paz: El Laberitno
de la Soledad).
PD: Esta carta fue enviada desde el lugar de reclusión donde estaba
el poeta; quizás añorando nuestras tertulias, las muchas conversaciones,
nuestros encuentros alrededor de la mesa en la cocina que aún está, pero
no él; quizás porque al salir de ese sitio no encontró lugar más seguro que
la nada, y a ella volvió un 13 de abril del 1986, a las 5 de la tarde; se fue
porque así lo decidió; era muy fuerte la confusión de una realidad otra; de una realidad irreal; de una visión doble de la vida y la carencia afectiva: una mujer que siempre dio la espalda porque no tuvo el valor de afrontar a un ser dividido por crisis que se repetían sin cesar...Hoy quizás, la tarde; quizás Marzo que
declina, quizás una carpeta que se encuentr al azar traen estos papeles
amarillos de tiempo, quizás para volverlos a leer y acercarnos al no olvido.
Teresa Coraspe.
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