Ángel Américo Fernández
Profesor-investigador en Epistemología y Filosofía
angelferepist@cantv.net
Moral y luces: el pseudo humanismo chavista
marzo de 2007
En la jornada inaugural del llamado motor Moral y Luces el teniente coronel en su acostumbrado acto de autopresentación dramaturgia apareció como un predicador que señala el camino a los jóvenes brigadistas para acometer la gran cruzada en contra del capitalismo, el individualismo, el egoísmo y el consumismo en nombre de los valores humanistas que habrán de caracterizar el socialismo del siglo xxi. No ahorró en esta ocasión el tono agresivo digno de mejor causa ni la descalificación de las vertientes de pensamiento y formas de vida que son contrarias a su proyecto político. Pasando por alto los grises, los matices, las zonas más o menos mezcladas de lo real, viendo siempre el mundo en blanco y negro para inducir a sus seguidores por el camino “del bien”, contrapuso el egoísmo capitalista y su afán de riqueza al siempre simpático socialismo de corte solidario y humanista.
Sin embargo, no explicó a los estudiantes allí congregados que las sociedades socialistas realmente existentes a lo largo del proceso histórico han sido precisamente anti-humanistas, porque se han mostrado totalmente incapaces de generar riqueza material para sus poblaciones, entre otras cosas por la desmotivación que se presenta ante la supresión de iniciativa individual y propiedad privada como resultado natural de una economía trasegada por un Estado burocrático. Mucho menos han podido dar cobertura a las demandas de la dimensión espiritual, intelectual o estética en un clima de libertad. En su perorata ideológica insistió en el daño que causaban los valores consumistas propios del capitalismo salvaje, pero nada dijo sobre los revolucionarios de las Hummer, de los yates, de los caballos de paso, de las mansiones que depredan el tesoro público. Insistió en los valores de la solidaridad, pero intentando descalificar ad hoc a todo aquello que implique de algún modo competencia, libertad individual, promoción al crecimiento y autonomía económica, pues –según él- son propios del individualismo capitalista. Se habrá visto tamaño galimatías intentando pasar por teoría política.
Se le olvidó al teniente coronel que las sociedades que han hecho de la competencia, la promoción del talento, la libertad individual y del crecimiento y autonomía económica de los ciudadanos su horizonte, son las más desarrolladas del mundo, ¡verbigracia! Japón, EEUU, Alemania, Inglaterra, Italia, Canadá, Australia, Suiza, Suecia, Bélgica, España, entre otras que han confiado en el valor humanista de la libertad y en la libre iniciativa individual junto a la inventiva del talento promovida por una educación abierta para modelar sus sociedades de cara a un futuro que ya está aquí.
En su retórica mesiánica y grandilocuente etiquetó a la competencia como mala y de efectos perversos, pero no dijo que lo contrario de la competencia es el conformismo, es la renuncia al crecimiento y la superación, es el dato del hombre postrado que no debe atreverse a plantearse más expectativas de desarrollo que las que establece un orden superior encarnado en el Estado o, peor aún, en la figura de un déspota que habla y enuncia en nombre del bien.
Advirtió a los estudiantes que era malo plantearse la acumulación de riquezas y que el capitalismo era pura acumulación de capital, todo lo contrario al buen socialismo guiado por los valores patrióticos de solidaridad social y no consumistas. No explicó estratégicamente que, pese a las críticas que pueden legítimamente hacérsele al capitalismo, las sociedades socialistas se han derrumbado casi todas por su nula capacidad de producir riqueza y, por tanto, su minusvalía para hacer cristalizar valores humanistas, pues como dijo alguien , si no hay satisfacción de lo material, mal puede pensarse en lo espiritual o en lo estético. Por ello, malos consejos le estuvo dando a los jóvenes brigadistas, desdeñar a la competencia, no plantearse expectativas de crecimiento material, conformismo, no aspirar más que al reconocimiento de una moral de Estado y una solidaridad de tipo cuasimetafísico, pues es malo tener.
Pero además, realizó críticas al fetichismo mercantil cuando denunció a la industria cultural norteamericana por la penetración de la Barbie y el Kent en los juegos de los niños venezolanos. Lo malo es que ante una brigadista que enarboló un muñeco parecido a él, solo atinó a decir “ese es un chavito”, con lo cual dio el visto bueno para su uso sustituyendo la crítica de la mercancía por el culto a la personalidad. Un verdadero humanista está obligado a tomar distancia neta tanto de la alienación mercantil como del culto a un caudillo personalista o mesiánico. Un humanista no se arrodilla ante al altar de un déspota.
El humanismo es la fiesta triunfal del individuo soberano, es el reino de lo humano, por tanto, no rinde pleitesía a caudillos que se creen divinidades. El humanismo implica el imperio de la razón, la pluralidad y la libertad de pensamiento inherente a la condición humana. No está probado que ninguna forma histórica de socialismo (es decir, no teórica o no literaria) tenga contenido humanista, está probado precisamente lo contrario. Tampoco puede decirse que el capitalismo sea humanista, porque el capitalismo sistémicamente no está hecho para eso, sino para producir riqueza material. Por eso, como dice Emeterio Gómez, hay que dotar al capitalismo y a las empresas de contenidos éticos. Igualmente, no tendría sentido el argumento que pretende presentar un humanismo reñido con los bienes materiales y el individualismo (el mundo no es blanco y/o negro, hay matices). Lo que no debe hacerse es utilizar al humanismo como comodín ideológico para justificar al socialismo y a un proyecto político personalista, megalómano y de corte autoritario-despótico.
Finalmente, el humanismo, siempre anclado en la razón humana, es inseparable de la idea moderna de crítica. No puede ser humanista ni predicador del humanismo aquel que desdeñe, rechace o satanice la crítica. La crítica de Lutero a la iglesia católica lo definió como humanista más que como separatista religioso. La crítica supone el ejercicio libérrimo del pensamiento a contrapelo de un pensamiento tutelado o domesticado. En eso consiste la Ilustración a decir de Kant, en saberse servir del propio pensamiento sin la guía de otro. Todo lo contrario de lo que se ofreció a los inermes brigadistas: conducirlos por la senda del pensamiento único. El humanismo en serio es antidogmático, antifundamentalista, se bate contra toda forma de pensamiento único, contra toda forma de colonizar el pensamiento; es, ahora en positivo, la soberanía del individuo. Tal vez sea esto último lo que más molesta a los espíritus despóticos. Por ello, el humanismo de Chávez termina siendo pues, un pseudo humanismo. Asistimos en definitiva a la configuración de un régimen donde parece haber un ungido que decide lo que es “moral”, pero de luces y humanismo, de eso si que no hay absolutamente nada.
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