Subject: Diez abriles sin el verbo de Paz - Albinson Linares - E
EL NACIONAL - Jueves 17 de Abril de 2008
Escenas/1
A una década de la muerte de Octavio Paz, varios homenajes recuerdan la vida y obra del escritor mexicano. Mientras en su patria el Congreso se divide por protestas, se hace necesaria una breve aproximación al legado intelectual del autor de obras como Libertad bajo palabra, El laberinto de la soledad y La llama doble
ALBINSON LINARES allinares@el-nacional.com
Con su clara vocación de farsa, la historia vuelve a las andadas.Cuando el sábado se cumpla una década de la muerte de Octavio Paz Lozano, México, su país y mayor obsesión, estará signado por la controversia. Mientras comenzaban a celebrarse los actos conmemorativos y homenajes del premio Nobel de Literatura 1990, las tribunas del Congreso fueron tomadas por los miembros del Frente Amplio Progresista y una enorme manta clausuró el foro de los debates.No es para menos, puesto que un intelectual incómodo para la derecha y la izquierda, hombre que creó su obra en el ojo del huracán, no podía concitar otro ánimo.No basta este espacio para enumerar sus libros y analizar la influencia que han ejercido en el pensamiento hispanoamericano.Ante todo se definía como poeta, la profesión imposible y sencilla de Antonio Machado. Fue en el ejercicio estético donde luchó con toda su fuerza y produjo volúmenes imprescindibles como Libertad ba jo palabra (1958), Ladera Este (1969), Vuelta (1976) y Árbol Adentro (1987), entre otros."No quiero ni puedo definirme. Cada hombre es un ser complejo y difícil de entender.Yo no soy una excepción. Yo soy apenas, si algo soy, un poeta", confesaba.Pero la potencia clarividente de sus ensayos hacen pensar otra cosa. Las hondas preocupaciones de Octavio Paz por México y por el continente entero, las íntimas conexiones que consigue entre poesía e historia, entre erotismo y filosofía, crítico inquebrantable del progreso y del Estado omnipotente, junto a su separación de los movimientos de izquierda, son hechos que muestran a una inteligencia en constante movimiento y cambio.Destinados a perdurar, sus ensayos fueron recogidos en numerosos libros, entre los que destacan El laberinto de la soledad (1950), El arco y la lira (1956), Corriente alterna (1967), El ogro filantrópico (1979), Sor Juana Inés de la Cruz o las trampas de la fe (1982) y La llama doble (1993).El caso de Octavio Paz confluye con el de Gabriel García Márquez en un punto: ambos se confiesan deudores de la influencia de sus abuelos. El viejo soldado y escritor Ireneo Paz fue determinante en su vocación: "Yo empecé a escribir casi en la niñez (...) Una casa en ruinas, un jardín también en ruinas y una biblioteca bastante grande: 5.000 volúmenes reunidos por mi abuelo, un periodista y escritor liberal", explicaba el autor.Dueño de una trayectoria insoslayable, Paz fue un hombre signado por la controversia.Desde que en marzo de 1951 publicó su visión crítica sobre Stalin, la izquierda continental no lo perdonó. "La gran falla de la izquierda, su tragedia, es que una y otra vez, sobre todo en el siglo XX, ha olvidado su vocación original, su marca de nacimiento: la crítica. Ha vendido su herencia por el plato de lentejas de un sistema cerrado, por una ideología", argüía cuando se le preguntaba por su alejamiento de esta corriente política.Pero como le sucede a los grandes, la derecha nunca lo pudo adoptar. De su pensamiento puede decirse lo mismo que Casais Montero apuntaba sobre Pessoa: "No sirve de modelo, no enseña ni a gobernar ni a ser gobernado. Sirve exactamente para lo contrario: para indisciplinar los espíritus".Paz siempre fue el autor de "Blanco", un volátil signo en rotación, cultor del lenguaje estético y un polígrafo devenido en conciencia suramericana, cuya palabra concitaba amor y odio a la vez."Pronto no habrá ni izquierda ni derecha, pronto nos enfrentaremos a la más grave amenaza de nuestra historia desde el Paleolítico: la supervivencia humana", era como definía el desafío de este siglo.
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