Friday, January 21, 2011
LA CULPABLE ¿? ESTA ES LA VENEZUELA DE HOY
LA CULPABLE/Víctor Maldonado C.
viernes, 21 de enero de 2011
“como un naufragio hacia adentro nos morimos…” Pablo Neruda.
Poca cosa se sabe. Ella salió como todos los días, atreviéndose a transitar por una ciudad que todo el mundo comienza a desconocer y a temer. A esas edades toda la vida son sueños y expectativas, como si la juventud los revistiera de una coraza invencible y resistente al mal definitivo. Fue la última vez. Tal vez un mensaje la delató, o una llamada que no pudo dejar de responder. Y eso fue todo.
Su historia se pierde en una maraña estadística de aproximaciones. Será el número quién sabe, un homicidio más, un atentado inexplicable a la razón, que impugna el sinsentido y no deja de observar que una vida truncada no se puede trocar por un celular. Su cuerpo tuvo entonces que soportar la afrenta de un balazo y el abandono definitivo del resto de su historia posible. El “chinito” se encargó de que así ocurriera.
Fue un día demasiado largo. Siete horas de disquisiciones habían terminado por perturbar cualquier capacidad de comprensión. Nada de lo que había ocurrido en el país tenía que ver con él. Mucho menos la desgraciada cifra de cientos de miles de muertos acumulados por la violencia, la impunidad y la corrupción. El orador señaló al país y lo condenó a ser el gran chivo expiatorio.
Cada una de las víctimas de la violencia carga sobre sus hombros la culpa de su propio crimen mientras el más poderoso del país se lava las manos y reta al resto a que señalen por qué él tiene responsabilidad alguna en esa masacre. Él quisiera escuchar una larga aclamación absolutoria, o quizá un argumento liberador. Ella, la que se quedó sin tiempo esa misma noche, debería ser la causa y el efecto de toda su calamidad.
Ella fue la que dijo hace doce años que la necesidad o las ganas eran razones más que suficientes para el delito. Que bastaba sentir hambre para que se suspendiera toda la legalidad y se le permitiera el robo y el despojo. Ella argumentó por doce años que el odio tenía razones más que suficientes para dar la embestida contra los otros. Ella ha repetido hasta el cansancio que toda propiedad es un robo y que basta con vivir en un barrio, tener una moto y colocarse una camisa roja para salir y apoderarse de las noches de la ciudad. Ella es culpable de su propio crimen y él, el hombre más poderoso del país no puede hacer nada para detener la masacre cotidiana del crimen.
Ella fue la que desarmó las policías regionales. La que eliminó a la Policía Metropolitana y la que no ha podido desplegar la nueva Policía nacional. Ella es la que practica la impunidad y promueve la injusticia hasta hacer inoperante todo el sistema judicial. La que ha transformado las cárceles en infiernos que envilecen y facilitan el crimen organizado, la extorsión y el tráfico. Ella es la que organizó la oscuridad que facilita el asalto, fomentó el secuestro express y la que ha sido incapaz de organizar una política de desarme. Ella acabó con la dignidad institucional de la Policía científica y los somete a condiciones precarias que los inhabilita para combatir con eficiencia el crimen. Ella mantiene las morgues entre la pestilencia y la inoperancia. Ella es la que ha sustituido el orden público por la repartición informal de la ciudad entre colectivos armados que usan como salvoconducto una foto del Che y un “patria socialista o muerte” que escupen en la cara de cualquiera que se atreva a pensar diferente.
Ella es la culpable de que no se hayan construido más escuelas y que se fomente la vagancia y el desempleo. Ella es la responsable de que millón y medio de personas no hagan nada productivo y que sean el caldo de cultivo del malandraje y la delincuencia. Ella, la víctima que recibió el balazo, es la única responsable del clima de inseguridad que acabó con su vida. Ella es la esencia de una culpa que el gobierno no quiere reconocer ni discutir. Esa tarde, la última que ella vivió, el que alguna vez juró resguardar su vida se despojó de cualquier compromiso al respecto. El poder no es para rendir cuentas ni asumir el juicio de su propia historia. Es para demoler al otro y vaciarlo de esperanzas. El poder de este socialismo es usado para evadir y huir de una realidad que poco a poco se va llenando de espectros. Ella no lo seguirá sufriendo, pero tampoco estará entre los que celebren su acabose, porque un balazo le quitó la vida para arrebatarle un celular.
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