Una casa donde las palabras sobran. tc.
Otras casas.
La última casa que deseaba habitar
se veía confortable con ese tono amable
de las casas que desean ser habitadas
empecé a prodigarle mis cuidados
amarla y consentirla
ella me respondía con el mismo lenguaje
donde los sueños no faltaron
estaba situada más allá de los vientos
donde se columpiaba
y ella y yo andábamos figurándonos
cosas, presintiendo las lluvias
para guarecernos cuando arreciaran
en los meses de invierno
Era una casa limpia y clara
blanca y holgada
donde yo caminaba a mis anchas
y me sentía plena al escuchar
cómo se despedía día a día
de la hondura de la noche
mientras miraba una a una las estrellas
que fulgurantes hacían el recorrido
por los cielos.
Yo amaba esa casa y creo que ella
me amaba con el calor distante
de la ternura que nunca fue más que
eso: ternura.
Y llegó un día el invierno
las nubes se amontonaron
y crujieron los vientos
mi casa y yo nos abrazamos
para no separarnos y resistir
juntos el embate de las tempestades,
pero no, las nubes cayeron a pedazos
el viento se fue envalentonando y
la casa aterrada se estremeció.
Era una casa construída en el viento
no tenía asidero ni rostro ni bases firmes
y sucumbió a la primera sacudida
del vendaval
yo la miraba cómo se iba perdiendo
cómo se iba alejando
cómo los gnomos y los duendes
hacían piruetas para darme miedo
y la casa inquieta se dejó vencer
Ahora al pasar por los caminos
abandonados donde una vez la casa
colgaba entre el viento y la lluvia
entre el cielo y la tierra
y se creía firme y eterna
una extraña melancolía me recorre
¡cómo puede uno construir una casa en el viento!
¡cómo puede uno no darse cuenta del abismo!
¡Cómo puede uno…!
teresa coraspe, 2010-05-01 Ciudad Bolívar.
La última casa que deseaba habitar
se veía confortable con ese tono amable
de las casas que desean ser habitadas
empecé a prodigarle mis cuidados
amarla y consentirla
ella me respondía con el mismo lenguaje
donde los sueños no faltaron
estaba situada más allá de los vientos
donde se columpiaba
y ella y yo andábamos figurándonos
cosas, presintiendo las lluvias
para guarecernos cuando arreciaran
en los meses de invierno
Era una casa limpia y clara
blanca y holgada
donde yo caminaba a mis anchas
y me sentía plena al escuchar
cómo se despedía día a día
de la hondura de la noche
mientras miraba una a una las estrellas
que fulgurantes hacían el recorrido
por los cielos.
Yo amaba esa casa y creo que ella
me amaba con el calor distante
de la ternura que nunca fue más que
eso: ternura.
Y llegó un día el invierno
las nubes se amontonaron
y crujieron los vientos
mi casa y yo nos abrazamos
para no separarnos y resistir
juntos el embate de las tempestades,
pero no, las nubes cayeron a pedazos
el viento se fue envalentonando y
la casa aterrada se estremeció.
Era una casa construída en el viento
no tenía asidero ni rostro ni bases firmes
y sucumbió a la primera sacudida
del vendaval
yo la miraba cómo se iba perdiendo
cómo se iba alejando
cómo los gnomos y los duendes
hacían piruetas para darme miedo
y la casa inquieta se dejó vencer
Ahora al pasar por los caminos
abandonados donde una vez la casa
colgaba entre el viento y la lluvia
entre el cielo y la tierra
y se creía firme y eterna
una extraña melancolía me recorre
¡cómo puede uno construir una casa en el viento!
¡cómo puede uno no darse cuenta del abismo!
¡Cómo puede uno…!
teresa coraspe, 2010-05-01 Ciudad Bolívar.
2 comments:
Bello poema, tiene ese toque entre inocente, angelical,y mucha nostalgia.
Cuántas cosas surgen a partir de las "casas"...
Gracias.
Gabriela.
Cuando ví el comentario le dije a mi hija Ondina, sin abrirlo, seguro que es Gabi y no me equivoqué. Amiga, si pudiera ir a tu país, lo haría para conocerte, así es la amistad, la que considero como tal. Esa casa, "esa otra casa", no la he podido ver ni en fotografía, .............sin palabras. Tere.
Post a Comment