Enviado por el Profesor Silvio Orta. (Tomado de TAL CUAL)
Leonardo Rodríguez, joven ensayista y narrador cumanés.*
De pronto, de regreso de la panadería, me di cuenta que había una luna para volver locos a los perros. Sonaban a mí alrededor las cacerolas, los pitos, las alarmas. Llegaba aire fresco de El Ávila.Me provocó ponerme a ladrar, quedito, por lo bajo.Me provocó protestar. No sólo la protesta política frente a los desaires de un gobierno maquillado de víctima con buenas intenciones, pero orgulloso de la estupidez incluso cuando es maligna y desalmada. No era sólo eso. Era también el desasosiego ---o el goce--- de un día cualquiera de mayo. Era el desasosiego gozoso de acuarelas tan propio del trópico que no es sólo triste, incluso cuando es muy triste.Acababa de ver una película de Fellini, Amarcord.Comienza con la celebración de la primavera, una gran hoguera donde se quema a una vieja y termina con la celebración del invierno, con ventanas abiertas y paseos entre la nieve. Es cierto: ocurre en plena hegemonía fascista, pero la política de Il Duce, de la que se hacen ácidas sátiras, no estaba más presente que las estaciones en el paese italiano. La política está tan presente como los fantaseos y las torpes iniciaciones eróticas, la mesa, la convivencia puertas adentro y afuera. La pintura que Fellini hace de la influencia fascista es casi de historieta, con una influencia menor ---aunque con buenos destellos satíricos--- en la vida de los habitantes.Me pregunto si es una pintura débil de la Italia fascista.También si los venezolanos estamos olvidando, sumergidos en los excesos de la política, la luna que vuelve locos a los perros, el aire fresco de la montaña, nuestros desasosiegos ---y júbilos--- más básicos.En Amarcord existe un idiota que hace las cosas elementales que no hacen los dem&aacut! e;s. El tío idiota de la familia, un hombre de cuarenta y dos, se sube a un árbol en un paseo familiar. De pronto el hombre es el árbol.No permite que nadie se suba: sólo lo consigue, entre todos, una monja enana. Lo único que hace el hombre durante horas es gritar, un grito que sale del árbol, que parece tener corazón: "Io voglio una donna".Un gran dilema falso: elegir entre la conciencia sin luna ni perros, sin desasosiegos ni alegrías elementales, la conciencia limitada a lo humano, o montarnos a un árbol y gritar, olvidados del mundo que nos rodea. Se me ocurre que es un dilema propio de espíritus montunos y también políticos. Montunos y políticos no es una mala mezcla venezolana y, aunque no exista el equilibrio, bueno es quedarnos con los dos.Ese mestizaje original lo tienen muchos personajes de Fellini. Otro italiano, Leonardo Sciascia, pudo ser un cronista político siciliano, pero el pagano que había en él le pidió ficción. Es Sciascia el que llama así al Mediterráneo, con ironía política y poética: El mar color de vino.Vuelvo de la panadería, miro la luna para lunáticos y garabateo estas líneas con ganas de canturrear por lo bajo, contemporáneo de los grillos y de Il altro Duce.
Leonardo Rodríguez *
1 comment:
Leonardo Rodríguez, escritor venezolano. TAL CUAL, periódico de circulación nacional en Venezuela.
(como información para el lector)
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