Las ciudades nos dejan huellas, imágenes, tristezas. Después de las lunas viene el huracán de los recuerdos; las olas estrellándose implacables; un sol en su desvarío quebrando el curso de las aguas, y el mar azulísimo, en silencio nos regala un ojo abismal de asombro. Yo camino, ando cubriendo la ruta del olvido, voy a la inversa como siempre; voy rompiendo las olas contra las rocas; yo camino, yo camino...y sólo las murallas de la tarde me detienen.
MALECONEANDO maleconeando voy
exiliada en mi ciudad en mi país
desde el día a la noche
buscando rebuscando
vendiendo
vendiéndome y oliendo el sudor de turistas
extranjeros
europeos o americanos
al fin da lo mismo
un dólar no es un peso
y mucho menos al cambio
pero ahora me duelen los huesos de matraquear
a escondidas
en callejuelas
no es que lo desee o me guste
esos extranjeros apestan no se bañan
pero el dólar todo lo borra
lo limpia lo hace decente
esto es lo que nos ha dejado
el Sumo Pontífice
el Dios Todopoderoso
Señor de los Infiernos
pero dejemos esta religión sobre la mesa
me importa acercarme a la orilla
o en la Plaza Pública y pescar
echar un vistazo el anzuelo
e irme con mi morral a un Motel
diez o veinte dólares
a veces mucho más una sola tirada
y es bastante
al fin el peso se inclina en la bajada…
Teresa Coraspe
Ciudad Bolívar, 14 de Enero, 2007
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