Ángel Américo Fernández
La metáfora Pantalla Total acuñada por el filósofo francés Jean Baudrillard sirve para ilustrar el descomunal peso de la televisión en los tiempos de la sociedad posmodernizada hasta el punto de que se ha declarado en los cenáculos de la comunicología que lo que no sale en la televisión sencillamente no existe. La televisión ciertamente no es un simple medio trasmisor de lo que acontece en la realidad, no es un simple emisor, sino que genera, crea y hace proliferar efectos de verdad y de realidad que rebasan en mucho los acontecimientos cotidianos o aquellos que podemos percibir o leer directamente con el mero apoyo de nuestros sentidos.
Es tal la carga de signos, significados y valores que puede vehicular la televisión que ella en si misma forma parte del arsenal de estrategias fatales para el control de los territorios existenciales y la subjetividad del ser humano. Por ello, en vista de que no la podemos suprimir, es necesario dotarse de ciertos antídotos para minimizar sus daños pensables o posibles. Uno de los antídotos que emerge con fuerza propia es el de la pluralidad. Cuando uno de los vectores o polos de la totalidad social ejerce el control absoluto de la televisión, el otro o los otros son reducidos al silencio, negados o sencillamente dejan de existir en sus voces y referencias en las reglas tecno-comunicacionales de la sociedad posmoderna.
El caso del cierre de Radio Caracas Televisión está lejos de ser un asunto de lógica jurídico formal. Se trata nada menos que de la más seria acción del régimen de turno por avanzar desde el terreno del Estado al territorio de la sociedad civil. Se trata de ir ahora por el control de los seres humanos, de los cuerpos y las mentes para funcionalizarlos en aras de un proyecto político hegemónico. Esto, por supuesto no es nada nuevo, el teniente coronel ya lo había anunciado desde Diciembre y recientemente se ocupó del contenido de su obra con una lluvia de citas de Gramsci. Este marxista italiano es el autor que profundizó en el concepto de hegemonía para intentar superar las explicaciones mecanicistas y dogmáticas del marxismo soviético. Pensaba que una revolución socialista no podía prosperar con el solo control del aparato del Estado y que era preciso hegemonizar la sociedad civil toda para imponer los valores, sistemas de creencias y la nueva cultura socialista. Su punto de partida está sesgado y es totalitario, pues supone como premisa un grupo de iluminados que conducirían a la sociedad por el camino del “bien” aglutinados en un pensamiento único.
De modo que esa es la carrera que emprende el régimen depredador donde el cierre de RCTV es un eslabón importante, pero forma parte de un amplio abanico incardinado a la ley habilitante, la reforma constitucional con la consabida reelección indefinida y el partido único.
Sin embargo, el teniente coronel elegido presidente al parecer no calibró debidamente la posibilidad de la reacción de la sociedad civil y, en especial, la actitud crítica y de protesta firme asumida por el fresco sector de los estudiantes. Se produjo una reacción táctil no en el sentido de fragilidad de conciencia, sino en la naturaleza epidérmica, capilar y de suyo automática en un sector que en estos años de depredación no había asumido una posición orgánica y de visibilidad frente a los desmanes del gobierno. Es también táctil porque no ocurre contra un discurso, una política pública o un cambio en el esquema constitucional, sino contra una acción concreta que tiene efectos visibles, inmediatos y materiales por el desplazamiento del poder a nivel crudo y sangrante. Desde luego, no es lo mismo oír una charla de dictadura o enterarse de ella por los periódicos que cuando la dictadura se mete dentro de tu casa y te despoja de una opción en el menú de posibilidades, te quita el control y hace angosta la libertad de elegir, disminuye severamente la libertad de expresión, al tiempo que deja a oscuras a un grueso sector de la opinión y el pensamiento nacional que no tiene cabida en los canales del gobierno.
La acción de protesta estudiantil, aparte de las formas posmodernas que reviste, sin grandes capitanes, sin grandes comandos, sin enfrentar a los cuerpos de seguridad y con redes tecnológicas que utilizan para desplegarse y comunicarse, viene dotada de una discursividad que hace énfasis en la defensa de los derechos civiles y enarbola el carácter indiviso de la libertad. Pero además, hace suya el desvestimiento del régimen con consignas que no tienen desperdicio: “pueblo madura esto es dictadura”.
Pensamos que Venezuela ha llegado a un punto crucial y de quiebre en relación al proyecto de poder de Chávez, porque queda planteado el siguiente dilema: o el gobierno ceja en sus intentos de construir una hegemonía totalitaria o adopta la represión a fondo y despiadada públicamente establecida contra la sociedad civil ya parada en formación de resistencia y dispuesta a evitar la muerte de sus derechos y hasta de su propio pensamiento.
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