Sunday, June 10, 2007

Rosana Ordoñez y los compañeros de Jesús Sanoja Hernández

(en la despedida del poeta).
ES TIEMPO DE LLORAR POR VENEZUELA.

En la Avenida Los Jabillos de la Florida se congregaron los principales intelectuales del país. En un rincón conversaba Ramón Jota Velásquez con los hijos de Jóvito Villalba. Más adelante estaba Américo Martín, Manuel Caballero entraba con una boína que trataba de disimular su cabellera y Régulo Pérez hablaba del movimiento cultural.Recordaban la invasión de Machurucuto Héctor Pérez Marcano, Apolinar Martínez, y Ramón Tenorio Sifontes. Héctor Malavé Mata narraba cómo se salvó de un ataque colectivo cuando fue sorprendido por una marcha roja y Pompeyo Márquez exhibía su acostumbrada vitalidad.Pedro León Zapata llegó con su esposa Mara Comerlati y Teodoro Petkoff se enfrascó en análisis económicos con Miguel Rodríguez y su hijo. Miguel Enrique Otero con su hermana Mariana y Simón Alberto Consalvi saludaban discretamente, y otro editor David Natera, del Bloque de Prensa, mostraba su diario guayanés.Los periodistas Carlos Ortega, Luisa Barroso, Jorge Valoz recordaban tiempos de la escuela de comunicación social, mientras Manuel Bermúdez y Rubén Monasterios llamaban la atención con sus dones verbales y la amabilidad de la Caracas vieja.De las nuevas generaciones, ahora ya envejecidas, estaban Argenis Martínez, Ramón Hernández, Manuel Molina Peñaloza, Jerónimo Figueroa. Y entre las muchachas, las hermanas Valentina y Antonia Toro, los hermanos Villalba, Gustavo Marcos, Alejandra y Carlos Alcides Sanoja Villalba.Los hombres se abrazaban con las palmadas que marcan a los caballeros desde la generación del 28 y las mujeres, acompañaban a María Eugenia Villalba de SanojaLuis Alberto Crespo, Ramón Melinkof, José María Cadenas, Adriano González León Elías Pino Iturrieta, Juvencio Pulgar, Ibsen Martínez, Inés Quintero, Eduardo Liendo, Héctor Rodríguez Bauza, Rafael Angel Barreto, renovaban tertulias olvidadas.Nadie del gobierno, de la Cinemateca, de las televisoras del Estado. Antonio García Ponce solitario, su hermano Guillermo tal vez fue a medianoche. Ninguno de los avisos estrambóticos que atapusan los periódicos cuando fallece algún familiar de un Ministro.Pocas coronas, no hacían falta.La flor y nata de la intelectualidad venezolana, de la gente pensante, escritores, productores, narradores y periodistas se congregaban en torno al más grande periodista que haya tenido la Venezuela contemporánea, el profesor Jesús Sanoja Hernández, oriundo de Tumeremo, comunista de corazón, perseguido, exiliado, escritor hasta en los días finales.Su obra no está en los libros, está dispersa en miles de hojas de papel periódico, regada en la páginas de Bohemia, de Elite, de El Nacional, de El Diario de El Caroní. No fue un entierro, fue una fiesta intelectual. Su despedida fue el encuentro con el reto intelectual, el gentilicio y la lucidez. Nadie lloraba, todos lo veneraban con respeto, cariño y admiración. Sanoja tuvo el mejor de los adioses.Comunistas, guerrilleros, presos, exiliados todos con un pasado y un presente de lucha, hablaban de este gobierno tan lejano al sueño que aun mantienen.
(enviado por Francisco Alarcón)
de su web: PUBLICACIONES ALARCÓN.

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